sábado, 5 de junio de 2010

Sábado 8 de Mayo

     Hace unos meses leí el viajero del siglo de Andrés Neuman. Leerle me llevó a una ciudad desconocida, con sus calles dispuestas de tal forma que de un día a otro parecían que habían cambiado de lugar. Hans, su protagonista, viajero que no paraba en ningún lugar comprobó que por diversas circunstancias no podía salir de allí. Igualmente ocurre cuando te sumerges en la novela quedándote en el laberinto de personajes e historias envueltas en literatura, arte, política, filosofía, poesía que perfuman y embellecen su contenido. En todo lo anterior comienza el preludio y el cortejo de una historia de amor secreto desatando pasiones y sentimientos unido a la relación intelectual y amor a las letras de los amantes, exponiendo al mismo tiempo la transformación de los roles de género.
     Tenía la oportunidad de conocer al autor que tan buen sabor me había dejado en su lectura, un amigo me dijo el día anterior el lugar y hora donde le realizaban la entrevista porque sabía que me gustaría.
     Allí acompañada de “la rubia” o “peliteñida”, a quien llamo con todo mi cariño a una persona especial, que por cierto es rubia natural, atendíamos con expectación cada respuesta a las preguntas que le dirigía su entrevistador. Tuvimos el privilegio de escuchar de su propia voz la lectura de fragmentos de obras publicadas por el.
     Sentada en primera fila escuchaba atenta y esperaba tener la oportunidad de que me firmara el libro que guardaba celosamente en el interior del bolso que abrazaba sobre mis piernas, gracias a mi amiga “la alta” que me  había indicado que me lo llevara.
     Al terminar el acto nos acercamos a pedirle su firma, pudimos hablar un poco, el no tenía prisa, su gesto invitaba a la comunicación. Sus palabras quedan impresas en mis libros.

     Esa mañana me había levantado más temprano que de costumbre y la tarde-noche fue especial, pero eso es otra historia… mi historia y mis sueños.